El Viaje de la Conciencia después de la Muerte
En la cosmovisión esotérica, el ser humano nunca se considera solo como un cuerpo. El cuerpo es un escenario, pero no el papel en sí. Es un velo que cubre capas más profundas y dinámicas de la conciencia. Bajo la superficie de la forma física se esconde una arquitectura compleja de la conciencia, compuesta no solo por funciones biológicas o psicológicas, sino también por aspectos espirituales sutiles.
La personalidad es un proyecto temporal de la conciencia, nacido para una encarnación concreta. Se forma a partir de hábitos psíquicos (saṁskāras), experiencias de vida, circunstancias externas e influencias colectivas. Esta estructura es necesaria para que el Alma interactúe con el mundo físico: es como un "traje de acción" diseñado para vivir una experiencia determinada.
El alma es un aspecto individualizado del Espíritu. Toma forma para poder crecer, perfeccionarse y transformarse a través de la experiencia. El alma está en constante cambio: forma memoria, acumula impulsos kármicos, forma inclinaciones. En el Vedānta corresponde al jīvātman, y en el sufismo – es el viajero del mundo llamado rūh.
El espíritu es la fuente inmutable y eterna de la conciencia. Es una luz que nunca se apaga, incluso cuando el Alma deambula entre nacimientos y muertes. Siempre permanece en unidad con la Fuente Primordial – el Principio No Manifestado (brahman, Ein Sof, Tao, el Campo Divino del Vacío). No viene ni se va – solo observa. Es el silencio entre los latidos, la paz entre las vidas.
La muerte, en este contexto, no es el final. Es como una pausa tras una nota completada en la música, una respiración entre frases, un giro en el camino de un río caudaloso. Es una transformación: no una destrucción, sino una metamorfosis. La conciencia no desaparece, sino que cambia su forma de existencia, revelando gradualmente capas más profundas de sí misma. No se trata de una cuestión de fe – es un modelo reproducido a través de varias tradiciones, experiencias internas, testimonios místicos e incluso, hoy en día, algunos estudios neuropsicológicos sobre la conciencia durante la muerte clínica (Experiencias Cercanas a la Muerte).
Este texto se basa en el modelo de 40 días – un mapa simbólico, aunque reconocible en muchas tradiciones, del camino de la conciencia tras la muerte física. No es un calendario fijo, sino un modelo arcaico de transición interna, reflejado en el Bardo Thödol tibetano, el "Libro de los Muertos" egipcio, los rituales eslavos de "nueve y cuarenta días", la estructura de los "siete umbrales" del sufismo, los arquetipos del "juicio del alma" cristiano, así como en los sistemas orientales védicos, tántricos y budistas.
Cada concepto presentado en este modelo no se basa en una sola tradición, sino que está integrado desde un amplio campo espiritual:
- Vedānta y psicología yóguica – definen las capas de la conciencia (koshas), los cuerpos sutiles y el funcionamiento de las impresiones causales (vāsanā, saṁskāra).
- Sistemas tántricos del budismo – especialmente las enseñanzas del dzogchen y la mahamudra, describen la disolución de la conciencia en la luz y el mundo de las visiones como proyecciones mentales.
- Teosofía y antroposofía – introducen las etapas del desarrollo de la conciencia, las esferas del Devachán y la jerarquía estructural de la conciencia.
- Sufismo – habla de la alquimia interior, el refinamiento de la conciencia mediante la transformación a través del amor y la devoción.
- Gnosticismo y tradiciones herméticas – presentan al ser humano como un ente espiritual caído en la materia, pero con posibilidad de regresar a la Unidad mediante el conocimiento (gnōsis).
- Psicología junguiana – analiza los arquetipos, la integración de la sombra y las etapas de transición de la conciencia desde una perspectiva psicológica.
- Psicología transpersonal – describe en términos modernos las experiencias místicas, la expansión de la conciencia, la muerte del ego y la integración espiritual (Stanislav Grof, Ken Wilber).
- Investigaciones neuropsicológicas sobre ECM – especialmente los trabajos de Pim van Lommel y Bruce Greyson – presentan evidencias científicas de que la conciencia puede existir más allá de los límites neuronales.
Toda esta sabiduría aquí no se mezcla en un solo sistema, sino que se combina como una visión multidimensional que permite ver al ser humano como un ente de conciencia cósmica, viajando no solo a través de la vida, sino también a través de las transiciones de la conciencia tras la muerte física.
Es un mapa – no el territorio. Es un hilo que ayuda a recordarse a uno mismo no solo como cuerpo, sino como una corriente viva y evolutiva de conciencia, cuya verdadera naturaleza es la libertad, la luz y la unidad eterna.
El Viaje de la Conciencia después de la Muerte
En la cosmovisión esotérica, el ser humano nunca se considera solo como un cuerpo. El cuerpo es un escenario, pero no el papel en sí. Es un velo que cubre capas más profundas y dinámicas de la conciencia. Bajo la superficie de la forma física se esconde una arquitectura compleja de la conciencia, compuesta no solo por funciones biológicas o psicológicas, sino también por aspectos espirituales sutiles.
La personalidad es un proyecto temporal de la conciencia, nacido para una encarnación concreta. Se forma a partir de hábitos psíquicos (saṁskāras), experiencias de vida, circunstancias externas e influencias colectivas. Esta estructura es necesaria para que el Alma interactúe con el mundo físico: es como un "traje de acción" diseñado para vivir una experiencia determinada.
El alma es un aspecto individualizado del Espíritu. Toma forma para poder crecer, perfeccionarse y transformarse a través de la experiencia. El alma está en constante cambio: forma memoria, acumula impulsos kármicos, forma inclinaciones. En el Vedānta corresponde al jīvātman, y en el sufismo – es el viajero del mundo llamado rūh.
El espíritu es la fuente inmutable y eterna de la conciencia. Es una luz que nunca se apaga, incluso cuando el Alma deambula entre nacimientos y muertes. Siempre permanece en unidad con la Fuente Primordial – el Principio No Manifestado (brahman, Ein Sof, Tao, el Campo Divino del Vacío). No viene ni se va – solo observa. Es el silencio entre los latidos, la paz entre las vidas.
La muerte, en este contexto, no es el final. Es como una pausa tras una nota completada en la música, una respiración entre frases, un giro en el camino de un río caudaloso. Es una transformación: no una destrucción, sino una metamorfosis. La conciencia no desaparece, sino que cambia su forma de existencia, revelando gradualmente capas más profundas de sí misma. No se trata de una cuestión de fe – es un modelo reproducido a través de varias tradiciones, experiencias internas, testimonios místicos e incluso, hoy en día, algunos estudios neuropsicológicos sobre la conciencia durante la muerte clínica (Experiencias Cercanas a la Muerte).
Este texto se basa en el modelo de 40 días – un mapa simbólico, aunque reconocible en muchas tradiciones, del camino de la conciencia tras la muerte física. No es un calendario fijo, sino un modelo arcaico de transición interna, reflejado en el Bardo Thödol tibetano, el "Libro de los Muertos" egipcio, los rituales eslavos de "nueve y cuarenta días", la estructura de los "siete umbrales" del sufismo, los arquetipos del "juicio del alma" cristiano, así como en los sistemas orientales védicos, tántricos y budistas.
Cada concepto presentado en este modelo no se basa en una sola tradición, sino que está integrado desde un amplio campo espiritual:
- Vedānta y psicología yóguica – definen las capas de la conciencia (koshas), los cuerpos sutiles y el funcionamiento de las impresiones causales (vāsanā, saṁskāra).
- Sistemas tántricos del budismo – especialmente las enseñanzas del dzogchen y la mahamudra, describen la disolución de la conciencia en la luz y el mundo de las visiones como proyecciones mentales.
- Teosofía y antroposofía – introducen las etapas del desarrollo de la conciencia, las esferas del Devachán y la jerarquía estructural de la conciencia.
- Sufismo – habla de la alquimia interior, el refinamiento de la conciencia mediante la transformación a través del amor y la devoción.
- Gnosticismo y tradiciones herméticas – presentan al ser humano como un ente espiritual caído en la materia, pero con posibilidad de regresar a la Unidad mediante el conocimiento (gnōsis).
- Psicología junguiana – analiza los arquetipos, la integración de la sombra y las etapas de transición de la conciencia desde una perspectiva psicológica.
- Psicología transpersonal – describe en términos modernos las experiencias místicas, la expansión de la conciencia, la muerte del ego y la integración espiritual (Stanislav Grof, Ken Wilber).
- Investigaciones neuropsicológicas sobre ECM – especialmente los trabajos de Pim van Lommel y Bruce Greyson – presentan evidencias científicas de que la conciencia puede existir más allá de los límites neuronales.
Toda esta sabiduría aquí no se mezcla en un solo sistema, sino que se combina como una visión multidimensional que permite ver al ser humano como un ente de conciencia cósmica, viajando no solo a través de la vida, sino también a través de las transiciones de la conciencia tras la muerte física.
Es un mapa – no el territorio. Es un hilo que ayuda a recordarse a uno mismo no solo como cuerpo, sino como una corriente viva y evolutiva de conciencia, cuya verdadera naturaleza es la libertad, la luz y la unidad eterna.
Chikhai Bardo – El momento de la muerte
Día 0 – Transición del cuerpo físico al etérico
El momento de la muerte es más que un proceso biológico. En las tradiciones esotéricas se percibe como el primer umbral en el camino de la transformación de la conciencia. Cuando se rompe el vínculo entre el campo vital de la conciencia y la forma material, la conciencia se separa del cuerpo y transita hacia la envoltura sutil – llamada etérica. Es una transición del exterior al interior, de la forma visible al ser invisible.
En esta etapa se revela la Gran Luz. En la tradición tibetana se llama Luz del Dharmata (tib. ösel), en el vedānta – el resplandor del Paramatman, en el misticismo occidental – la fuente de la conciencia divina. No es una visión ni una metáfora, sino una experiencia del ser puro – sin forma, sin tiempo, sin identidad. Es la esencia de la conciencia, que siempre habitó en el ser humano pero permanecía oculta bajo las capas de la personalidad y el mundo sensorial.
Si esta luz es reconocida, la conciencia se funde naturalmente con ella. Esto es la liberación, conocida como moksha o la fusión con rigpa – un estado en el que el individuo no retorna al ciclo de existencia. Su experiencia se integra al Espíritu sin un camino intermedio, y la conciencia asciende a un nivel superior e inmutable del ser.
Sin embargo, con mayor frecuencia la luz no es reconocida. Las razones son diversas: miedo, apego al cuerpo, identificación con las formas mentales. Este retiro de la conciencia inicia una transición posterior – al reino de las visiones y proyecciones internas, conocido como Chonyid Bardo. Es un límite significativo entre la liberación y un nuevo ciclo de experiencias.
En las últimas décadas, este conocimiento esotérico ha recibido creciente atención científica. Neurocardiólogos y psiquiatras, como Pim van Lommel y Bruce Greyson, al estudiar experiencias cercanas a la muerte (ing. Near Death Experiences, NDE), describieron numerosos casos en los que los pacientes experimentaron un túnel de luz, fusión con el todo, amor puro y expansión de la conciencia. Tales experiencias ocurren cuando la actividad cerebral es mínima o incluso inexistente – lo que lleva a reconsiderar la relación entre la conciencia y la materia.
Los paralelismos cruzados entre estas experiencias y las descripciones de antiguas tradiciones espirituales muestran que la Luz de la que habla Chikhai Bardo puede ser un estado universal de conciencia, accesible tanto en meditación como en el momento de la muerte. En la psicología occidental, estos estados se conocen a menudo como transpersonales, mientras que en las tradiciones orientales – como fusión con la Esencia Suprema.
Chikhai Bardo es más que una transición. Es un momento existencial de elección – o fusión con la Fuente, o continuación del viaje. Es el primer punto de partida en el viaje de la conciencia después de la muerte – un momento en el que el silencio habla y la Luz invita a regresar a uno mismo.
Chikhai Bardo – El momento de la muerte
Día 0 – Transición del cuerpo físico al etérico
El momento de la muerte es más que un proceso biológico. En las tradiciones esotéricas se percibe como el primer umbral en el camino de la transformación de la conciencia. Cuando se rompe el vínculo entre el campo vital de la conciencia y la forma material, la conciencia se separa del cuerpo y transita hacia la envoltura sutil – llamada etérica. Es una transición del exterior al interior, de la forma visible al ser invisible.
En esta etapa se revela la Gran Luz. En la tradición tibetana se llama Luz del Dharmata (tib. ösel), en el vedānta – el resplandor del Paramatman, en el misticismo occidental – la fuente de la conciencia divina. No es una visión ni una metáfora, sino una experiencia del ser puro – sin forma, sin tiempo, sin identidad. Es la esencia de la conciencia, que siempre habitó en el ser humano pero permanecía oculta bajo las capas de la personalidad y el mundo sensorial.
Si esta luz es reconocida, la conciencia se funde naturalmente con ella. Esto es la liberación, conocida como moksha o la fusión con rigpa – un estado en el que el individuo no retorna al ciclo de existencia. Su experiencia se integra al Espíritu sin un camino intermedio, y la conciencia asciende a un nivel superior e inmutable del ser.
Sin embargo, con mayor frecuencia la luz no es reconocida. Las razones son diversas: miedo, apego al cuerpo, identificación con las formas mentales. Este retiro de la conciencia inicia una transición posterior – al reino de las visiones y proyecciones internas, conocido como Chonyid Bardo. Es un límite significativo entre la liberación y un nuevo ciclo de experiencias.
En las últimas décadas, este conocimiento esotérico ha recibido creciente atención científica. Neurocardiólogos y psiquiatras, como Pim van Lommel y Bruce Greyson, al estudiar experiencias cercanas a la muerte (ing. Near Death Experiences, NDE), describieron numerosos casos en los que los pacientes experimentaron un túnel de luz, fusión con el todo, amor puro y expansión de la conciencia. Tales experiencias ocurren cuando la actividad cerebral es mínima o incluso inexistente – lo que lleva a reconsiderar la relación entre la conciencia y la materia.
Los paralelismos cruzados entre estas experiencias y las descripciones de antiguas tradiciones espirituales muestran que la Luz de la que habla Chikhai Bardo puede ser un estado universal de conciencia, accesible tanto en meditación como en el momento de la muerte. En la psicología occidental, estos estados se conocen a menudo como transpersonales, mientras que en las tradiciones orientales – como fusión con la Esencia Suprema.
Chikhai Bardo es más que una transición. Es un momento existencial de elección – o fusión con la Fuente, o continuación del viaje. Es el primer punto de partida en el viaje de la conciencia después de la muerte – un momento en el que el silencio habla y la Luz invita a regresar a uno mismo.
Chonyid Bardo – El mundo de las visiones de la realidad
Días 1–9 – Transición de la conciencia a través del campo Kāma–Manas
La segunda etapa transitoria tras la muerte – Chonyid Bardo – es el ámbito de la realidad interna profunda, donde la conciencia se encuentra por primera vez no con el exterior físico o simbólico, sino con su propio contenido, revelado sin filtros, sin límites de forma, sin máscaras culturales ni psicológicas. Aquí comienza el espejo esencial del ser – la transición a través del campo Kāma–Manas, que une los deseos emocionales (kāma) con la mente pensante y formadora (manas). En esta capa, la conciencia se enfrenta a aquello que conformaba su personalidad humana: apegos, deseos, miedos, expectativas no cumplidas e imágenes idealizadas.
Este espacio interior corresponde a la llamada Kāma–Loka – un campo sutil e interdimensional donde los contenidos emocionales y mentales adquieren formas visibles y energéticas. Es aquí donde aparecen los yidams – deidades pacíficas, y los krodha – seres airados. Estas imágenes arquetípicas no son externas, sino proyecciones de la conciencia, surgidas de samskāras – impresiones subconscientes y semillas de pensamientos y emociones no vividas, que fueron reprimidas o no integradas durante la vida.
La conciencia comienza a percibir los skandhas – contenidos internos que estructuraban la experiencia del "yo soy". No se trata tanto de hechos, sino de formas subconscientes: los demonios reflejan miedos reprimidos y tendencias sombrías, las deidades – aspectos idealizados pero no realizados del ser. No existe un bien o mal objetivo entre ellos – todo son fragmentos de conciencia que ahora buscan integración.
Si la persona ha desarrollado autoobservación y consciencia durante la vida, es capaz de reconocer estas visiones como reflejos internos de la estructura psíquica – no solo desde el nivel de Buddhi–Manas, sino también desde capas más profundas de la conciencia. Tal reconocimiento neutraliza el poder de las visiones – la conciencia pasa de ser un actor implicado a ocupar la posición del testigo que observa.
Si estas formas no son reconocidas, la conciencia se involucra en ellas: comienza a tomarlas como realidad, a reaccionar y a interactuar con ellas, cayendo así en laberintos psíquicos – el mundo de sus propios miedos, deseos y conflictos internos. Es como una sala de espejos de la conciencia, donde cada reflejo parece real, pero solo si no se reconoce como reflejo.
Esta etapa del Bardo es un punto crucial de dirección: si la conciencia toma consciencia del origen de estas formas – el proceso asciende, hacia la integración y la liberación. Si la conciencia se deja llevar por las visiones, queda atrapada en los niveles inferiores y pasa al siguiente – aún más denso – nivel de transformación de la conciencia. Es un lugar donde no se decide el destino, sino el grado de madurez de la conciencia.
Chonyid Bardo – El mundo de las visiones de la realidad
Días 1–9 – Transición de la conciencia a través del campo Kāma–Manas
La segunda etapa transitoria tras la muerte – Chonyid Bardo – es el ámbito de la realidad interna profunda, donde la conciencia se encuentra por primera vez no con el exterior físico o simbólico, sino con su propio contenido, revelado sin filtros, sin límites de forma, sin máscaras culturales ni psicológicas. Aquí comienza el espejo esencial del ser – la transición a través del campo Kāma–Manas, que une los deseos emocionales (kāma) con la mente pensante y formadora (manas). En esta capa, la conciencia se enfrenta a aquello que conformaba su personalidad humana: apegos, deseos, miedos, expectativas no cumplidas e imágenes idealizadas.
Este espacio interior corresponde a la llamada Kāma–Loka – un campo sutil e interdimensional donde los contenidos emocionales y mentales adquieren formas visibles y energéticas. Es aquí donde aparecen los yidams – deidades pacíficas, y los krodha – seres airados. Estas imágenes arquetípicas no son externas, sino proyecciones de la conciencia, surgidas de samskāras – impresiones subconscientes y semillas de pensamientos y emociones no vividas, que fueron reprimidas o no integradas durante la vida.
La conciencia comienza a percibir los skandhas – contenidos internos que estructuraban la experiencia del "yo soy". No se trata tanto de hechos, sino de formas subconscientes: los demonios reflejan miedos reprimidos y tendencias sombrías, las deidades – aspectos idealizados pero no realizados del ser. No existe un bien o mal objetivo entre ellos – todo son fragmentos de conciencia que ahora buscan integración.
Si la persona ha desarrollado autoobservación y consciencia durante la vida, es capaz de reconocer estas visiones como reflejos internos de la estructura psíquica – no solo desde el nivel de Buddhi–Manas, sino también desde capas más profundas de la conciencia. Tal reconocimiento neutraliza el poder de las visiones – la conciencia pasa de ser un actor implicado a ocupar la posición del testigo que observa.
Si estas formas no son reconocidas, la conciencia se involucra en ellas: comienza a tomarlas como realidad, a reaccionar y a interactuar con ellas, cayendo así en laberintos psíquicos – el mundo de sus propios miedos, deseos y conflictos internos. Es como una sala de espejos de la conciencia, donde cada reflejo parece real, pero solo si no se reconoce como reflejo.
Esta etapa del Bardo es un punto crucial de dirección: si la conciencia toma consciencia del origen de estas formas – el proceso asciende, hacia la integración y la liberación. Si la conciencia se deja llevar por las visiones, queda atrapada en los niveles inferiores y pasa al siguiente – aún más denso – nivel de transformación de la conciencia. Es un lugar donde no se decide el destino, sino el grado de madurez de la conciencia.
La segunda muerte – Disolución de la personalidad
Días 10–20 – Disolución de la estructura del ego y liberación de la identidad
Entre el décimo y el vigésimo día después de la muerte del cuerpo físico, la conciencia alcanza un umbral esencial – la llamada segunda muerte, o ahamkara-pralaya. No es una muerte corporal, sino una mucho más profunda – un estado de disolución psíquica y estructural. El término ahamkara significa ego – el centro individualizado de identidad, y pralaya – proceso de disolución, dispersión, desaparición. En esta etapa, el ego deja de existir como una construcción unificada.
Comienza una disolución gradual de la identidad personal. La conciencia pierde la capacidad de aferrarse al “yo” conocido, que durante toda la vida sostuvo la continuidad narrativa: “quién soy”, “en qué creo”, “qué logré”. Todo lo que fue formado por creencias, convicciones, huellas emocionales y apegos empieza a desmoronarse como una red expuesta a la luz.
Este estado corresponde al manomaya kosha – la descomposición de la capa del cuerpo mental. Sus estructuras no son solo pensamientos, sino todas las formas con las que la persona se identificaba: deberes, nombre, roles, incluso creencias espirituales. Es un terremoto interior en el que la Personalidad pierde su base – no porque sea castigada, sino porque su estructura ya no es necesaria.
Luego sigue la fase de revisión de la vida – pero no como una “película”, como suele imaginarse, sino como una reflexión sincrónica en múltiples capas: cada acción y pensamiento se ve no solo desde la propia perspectiva, sino también desde la de todas las conciencias afectadas. La conciencia se ve a sí misma no como sujeto, sino como un punto de influencia en el campo. Lo que llamamos karma se manifiesta aquí como resonancia de luz: cuanto más reflejo generó la conciencia, más recibe de vuelta como revelación de la calidad de la experiencia.
Este proceso corresponde al svabhavic atma-darshan – la visión de la verdadera naturaleza. No es moral ni religiosa – es el funcionamiento del espejo búddhico-kármico: claro, pero sin juicio. La conciencia no ve lo que “hizo”, sino en qué se convirtió debido a sus acciones. No es un castigo, sino una verdad estructural que no se puede ocultar ni distorsionar.
Por un momento se activa el Yo Superior – el aspecto más luminoso de la personalidad, que actúa desde el antara-karana – el puente de conciencia entre la mente (manas) y la intuición (buddhi). Se convierte en el último “testigo” de este ser – recoge y transmite toda la experiencia purificada al campo del Alma causal, donde se graba como información evolutiva esencial.
Una vez cumplida esta función, el Yo Superior – como un campo de energía que ha completado su misión – se disuelve naturalmente. No hay destrucción, solo liberación. La personalidad no regresa – su estructura, narrativa y forma pierden continuidad. Esto se llama la segunda muerte – el verdadero punto final del ego.
Y entonces, en el espacio vacío donde ya no queda ni papel ni imagen, la conciencia se vuelve hacia otro horizonte – ya no hacia lo que fue, sino hacia lo que puede llegar a ser. Esta es la puerta a la siguiente fase – Sidpai Bardo, donde nacen las estructuras de la conciencia futura.
La segunda muerte – Disolución de la personalidad
Días 10–20 – Disolución de la estructura del ego y liberación de la identidad
Entre el décimo y el vigésimo día después de la muerte del cuerpo físico, la conciencia alcanza un umbral esencial – la llamada segunda muerte, o ahamkara-pralaya. No es una muerte corporal, sino una mucho más profunda – un estado de disolución psíquica y estructural. El término ahamkara significa ego – el centro individualizado de identidad, y pralaya – proceso de disolución, dispersión, desaparición. En esta etapa, el ego deja de existir como una construcción unificada.
Comienza una disolución gradual de la identidad personal. La conciencia pierde la capacidad de aferrarse al “yo” conocido, que durante toda la vida sostuvo la continuidad narrativa: “quién soy”, “en qué creo”, “qué logré”. Todo lo que fue formado por creencias, convicciones, huellas emocionales y apegos empieza a desmoronarse como una red expuesta a la luz.
Este estado corresponde al manomaya kosha – la descomposición de la capa del cuerpo mental. Sus estructuras no son solo pensamientos, sino todas las formas con las que la persona se identificaba: deberes, nombre, roles, incluso creencias espirituales. Es un terremoto interior en el que la Personalidad pierde su base – no porque sea castigada, sino porque su estructura ya no es necesaria.
Luego sigue la fase de revisión de la vida – pero no como una “película”, como suele imaginarse, sino como una reflexión sincrónica en múltiples capas: cada acción y pensamiento se ve no solo desde la propia perspectiva, sino también desde la de todas las conciencias afectadas. La conciencia se ve a sí misma no como sujeto, sino como un punto de influencia en el campo. Lo que llamamos karma se manifiesta aquí como resonancia de luz: cuanto más reflejo generó la conciencia, más recibe de vuelta como revelación de la calidad de la experiencia.
Este proceso corresponde al svabhavic atma-darshan – la visión de la verdadera naturaleza. No es moral ni religiosa – es el funcionamiento del espejo búddhico-kármico: claro, pero sin juicio. La conciencia no ve lo que “hizo”, sino en qué se convirtió debido a sus acciones. No es un castigo, sino una verdad estructural que no se puede ocultar ni distorsionar.
Por un momento se activa el Yo Superior – el aspecto más luminoso de la personalidad, que actúa desde el antara-karana – el puente de conciencia entre la mente (manas) y la intuición (buddhi). Se convierte en el último “testigo” de este ser – recoge y transmite toda la experiencia purificada al campo del Alma causal, donde se graba como información evolutiva esencial.
Una vez cumplida esta función, el Yo Superior – como un campo de energía que ha completado su misión – se disuelve naturalmente. No hay destrucción, solo liberación. La personalidad no regresa – su estructura, narrativa y forma pierden continuidad. Esto se llama la segunda muerte – el verdadero punto final del ego.
Y entonces, en el espacio vacío donde ya no queda ni papel ni imagen, la conciencia se vuelve hacia otro horizonte – ya no hacia lo que fue, sino hacia lo que puede llegar a ser. Esta es la puerta a la siguiente fase – Sidpai Bardo, donde nacen las estructuras de la conciencia futura.
Sidpai Bardo – El estado del devenir
Días 21–39 – Activación de la memoria causal y reformulación de la estructura de la conciencia
Después de alcanzar la segunda muerte y liberar la construcción de la personalidad, la conciencia entra en el Sidpai Bardo – una de las fases más sutiles y profundas de transición, llamada el estado del devenir. Ya no es una etapa de confrontación con el pasado, sino un espacio donde se forma la trayectoria existencial futura – aquí ya no se explora quién fui, sino que empieza a formarse en qué me convertiré.
Este estado se manifiesta como la entrada de la conciencia en el Campo Causal – una dimensión informacional donde se acumula toda la experiencia de la encarnación, no como un conjunto de recuerdos, sino como una totalidad estructural y holográfica. En la tradición védica, esta capa se denomina kāraṇa śarīra – el cuerpo causal. Aquí se registran las saṁskāras – impresiones profundas dejadas por la experiencia, y las vāsanās – semillas mentales que determinan las inclinaciones de la conciencia futura y sus límites de posibilidad.
En esta etapa, el campo de la conciencia comienza a cristalizarse: las skandhas – componentes de la conciencia – son purificadas y armonizadas. De ellas se forma el karma adṛṣṭa – una energía direccional aún no manifestada, pero inevitable, que ya “sabe” en qué dirección se expresará cuando las condiciones sean favorables.
La reacción de la conciencia en esta etapa depende del grado de madurez del Ser. Si la conciencia ha aprendido a no identificarse con estructuras, puede reconocer que incluso estos registros profundos son temporales – como modelos matriciales, no como su verdadera esencia. En tal caso, la conciencia se eleva por encima de ellos, como una luz no sujeta a forma. Pero si aún persiste la identificación con viejos hábitos, deseos o ideales, entonces estas estructuras actúan como nudos gravitacionales – atraen la conciencia hacia abajo, a capas más densas, iniciando el nacimiento de una nueva forma.
Uno de los momentos esenciales de esta fase es el encuentro interno con el consejo de la conciencia, en la tradición tibetana llamado khor lo’i tshogs pa. No es un juicio simbólico ni una figura mítica, sino un aspecto del Alma de la vibración más elevada, que refleja el resumen cualitativo de toda la encarnación. Aquí no se registra lo que hiciste, sino lo que llegaste a ser. No es un juicio, sino una métrica interna dhármica – un reflejo de la densidad, dirección y calidad luminosa de la conciencia.
Este proceso recuerda al fenómeno de una onda estacionaria – la conciencia ya no existe en su antigua forma, pero aún no ha adquirido una nueva. Se equilibra en un estado intermedio: purificada, pero aún no desplegada; potencial, pero aún sin dirección elegida. Es un momento en el que todo es posible, pero nada ha sido realizado – el tiempo del mundo exterior deja de regir, y el interior se convierte en la base que lo forma todo.
Esta es la última estación antes del ascenso final a las esferas de la luz sutil – o una nueva caída al ciclo de existencia. Y esto no depende de las circunstancias, sino solo de una pregunta: ¿puede la conciencia reconocerse a sí misma sin ninguna forma?
Sidpai Bardo – El estado del devenir
Días 21–39 – Activación de la memoria causal y reformulación de la estructura de la conciencia
Después de alcanzar la segunda muerte y liberar la construcción de la personalidad, la conciencia entra en el Sidpai Bardo – una de las fases más sutiles y profundas de transición, llamada el estado del devenir. Ya no es una etapa de confrontación con el pasado, sino un espacio donde se forma la trayectoria existencial futura – aquí ya no se explora quién fui, sino que empieza a formarse en qué me convertiré.
Este estado se manifiesta como la entrada de la conciencia en el Campo Causal – una dimensión informacional donde se acumula toda la experiencia de la encarnación, no como un conjunto de recuerdos, sino como una totalidad estructural y holográfica. En la tradición védica, esta capa se denomina kāraṇa śarīra – el cuerpo causal. Aquí se registran las saṁskāras – impresiones profundas dejadas por la experiencia, y las vāsanās – semillas mentales que determinan las inclinaciones de la conciencia futura y sus límites de posibilidad.
En esta etapa, el campo de la conciencia comienza a cristalizarse: las skandhas – componentes de la conciencia – son purificadas y armonizadas. De ellas se forma el karma adṛṣṭa – una energía direccional aún no manifestada, pero inevitable, que ya “sabe” en qué dirección se expresará cuando las condiciones sean favorables.
La reacción de la conciencia en esta etapa depende del grado de madurez del Ser. Si la conciencia ha aprendido a no identificarse con estructuras, puede reconocer que incluso estos registros profundos son temporales – como modelos matriciales, no como su verdadera esencia. En tal caso, la conciencia se eleva por encima de ellos, como una luz no sujeta a forma. Pero si aún persiste la identificación con viejos hábitos, deseos o ideales, entonces estas estructuras actúan como nudos gravitacionales – atraen la conciencia hacia abajo, a capas más densas, iniciando el nacimiento de una nueva forma.
Uno de los momentos esenciales de esta fase es el encuentro interno con el consejo de la conciencia, en la tradición tibetana llamado khor lo’i tshogs pa. No es un juicio simbólico ni una figura mítica, sino un aspecto del Alma de la vibración más elevada, que refleja el resumen cualitativo de toda la encarnación. Aquí no se registra lo que hiciste, sino lo que llegaste a ser. No es un juicio, sino una métrica interna dhármica – un reflejo de la densidad, dirección y calidad luminosa de la conciencia.
Este proceso recuerda al fenómeno de una onda estacionaria – la conciencia ya no existe en su antigua forma, pero aún no ha adquirido una nueva. Se equilibra en un estado intermedio: purificada, pero aún no desplegada; potencial, pero aún sin dirección elegida. Es un momento en el que todo es posible, pero nada ha sido realizado – el tiempo del mundo exterior deja de regir, y el interior se convierte en la base que lo forma todo.
Esta es la última estación antes del ascenso final a las esferas de la luz sutil – o una nueva caída al ciclo de existencia. Y esto no depende de las circunstancias, sino solo de una pregunta: ¿puede la conciencia reconocerse a sí misma sin ninguna forma?
Devachán – El estado de la luz sutil
Después del día 40 – Entrada de la conciencia en el campo de la vivencia ideal
Al concluir las principales etapas de transición, se le brinda a la conciencia la posibilidad de ingresar a una de las esferas más elevadas de existencia sutil – el Devachán. No es un lugar en sentido geográfico, sino una frecuencia vibracional donde se experimenta el flujo de luz, sabiduría y amor. Aquí la conciencia ya no está influenciada por formas densas ni torbellinos emocionales – vive a través del ser arquetípico, en un espacio de ideas puras.
En los sistemas védicos y teosóficos, este estado se describe como el sūkṣma loka – el mundo sutil, donde la experiencia se convierte en un proceso interno ininterrumpido. Ya no existen objetos físicos, narrativas emocionales ni estructuras del ego. La conciencia alcanza una transparencia en la que experimenta belleza absoluta, alegría pura y sensación de unidad con todo – no a través de la forma, sino mediante la resonancia.
Según la clasificación teosófica, el Devachán tiene dos niveles:
- Devachán con forma (Rūpa-devachán) – esfera donde la conciencia opera en una forma emocional superior: aquí habitan recuerdos idealizados, amor sin apego, intuiciones espirituales que aún conservan un leve reflejo de forma.
- Devachán sin forma (Arūpa-devachán) – nivel aún más elevado, donde se experimentan ideas puras, estados de dhyāna y vibraciones espirituales independientes de cualquier imagen o impresión. Es la dimensión pura de la meditación espiritual.
En este estado, el aspecto del alma que resuena con los ideales más elevados es el que vive activamente. Mientras tanto, el Buddhi–Sākṣī – el testigo interior – observa todo desde el silencio, registrando los desplazamientos espirituales. No participa, pero ve – como un observador cósmico que guarda el equilibrio de la conciencia y planifica la evolución futura.
El Devachán no es el punto final. Aunque aquí el tiempo se detiene y el alma descansa en la luz, este estado no es eterno. Dura mientras en la conciencia existan aspiraciones sutiles, ideas no vividas, cristales de luz aún no disueltos. Cuando estas vibraciones se agotan, cuando incluso la conciencia ideal pierde su objeto, surge un llamado. No desde afuera, sino desde adentro – desde el pulso restante.
No es una "caída" ni un "castigo". Es la estructura rítmica del universo – como la respiración: inhalación (descenso), exhalación (ascenso), pausa – y nuevamente movimiento. El Devachán es esa pausa cósmica, el descanso entre nacimientos, cuando la conciencia reposa no en la nada, sino en la luz sin deseo.
Devachán – El estado de la luz sutil
Después del día 40 – Entrada de la conciencia en el campo de la vivencia ideal
Al concluir las principales etapas de transición, se le brinda a la conciencia la posibilidad de ingresar a una de las esferas más elevadas de existencia sutil – el Devachán. No es un lugar en sentido geográfico, sino una frecuencia vibracional donde se experimenta el flujo de luz, sabiduría y amor. Aquí la conciencia ya no está influenciada por formas densas ni torbellinos emocionales – vive a través del ser arquetípico, en un espacio de ideas puras.
En los sistemas védicos y teosóficos, este estado se describe como el sūkṣma loka – el mundo sutil, donde la experiencia se convierte en un proceso interno ininterrumpido. Ya no existen objetos físicos, narrativas emocionales ni estructuras del ego. La conciencia alcanza una transparencia en la que experimenta belleza absoluta, alegría pura y sensación de unidad con todo – no a través de la forma, sino mediante la resonancia.
Según la clasificación teosófica, el Devachán tiene dos niveles:
- Devachán con forma (Rūpa-devachán) – esfera donde la conciencia opera en una forma emocional superior: aquí habitan recuerdos idealizados, amor sin apego, intuiciones espirituales que aún conservan un leve reflejo de forma.
- Devachán sin forma (Arūpa-devachán) – nivel aún más elevado, donde se experimentan ideas puras, estados de dhyāna y vibraciones espirituales independientes de cualquier imagen o impresión. Es la dimensión pura de la meditación espiritual.
En este estado, el aspecto del alma que resuena con los ideales más elevados es el que vive activamente. Mientras tanto, el Buddhi–Sākṣī – el testigo interior – observa todo desde el silencio, registrando los desplazamientos espirituales. No participa, pero ve – como un observador cósmico que guarda el equilibrio de la conciencia y planifica la evolución futura.
El Devachán no es el punto final. Aunque aquí el tiempo se detiene y el alma descansa en la luz, este estado no es eterno. Dura mientras en la conciencia existan aspiraciones sutiles, ideas no vividas, cristales de luz aún no disueltos. Cuando estas vibraciones se agotan, cuando incluso la conciencia ideal pierde su objeto, surge un llamado. No desde afuera, sino desde adentro – desde el pulso restante.
No es una "caída" ni un "castigo". Es la estructura rítmica del universo – como la respiración: inhalación (descenso), exhalación (ascenso), pausa – y nuevamente movimiento. El Devachán es esa pausa cósmica, el descanso entre nacimientos, cuando la conciencia reposa no en la nada, sino en la luz sin deseo.
Regreso al Espíritu
Etapa final – Fusión de la conciencia con la Esencia del Origen
Cuando todas las experiencias se completan, cuando cada forma ha sido vivida, reconocida y liberada – comienza la fase final del viaje de la conciencia. Ya no es un camino a través de símbolos, ni un proceso de transformación, sino un retorno a aquello que nunca fue perdido.
El alma – como chispa individualizada del Espíritu – experimenta la disolución de todas las identidades. Las skandhas (estructuras psíquicas) que sostenían la construcción del “yo” alcanzan su punto final. Ya no queda deseo ni recuerdo de separación. La conciencia se libera incluso de los más sutiles anhelos de ser o convertirse.
Entonces ocurre lo que en las antiguas enseñanzas se llama ātma–buddhi–saṁyoga – no una unión entre dos cosas, sino el regreso de la conciencia a su identidad primordial. Es como un rayo de sol que, tras recorrer todos los espectros de color, regresa a la luz blanca transparente – no como un añadido, sino como el recuerdo de su fuente.
En esta etapa, el Espíritu no regresa a la experiencia, porque se vuelve un fin en sí mismo. Ya no crea, porque no queda nada que valga la pena crear. No desaparece, sino que se despliega en un ser sin uso – un estado sin dirección, sin tarea, sin acción – un silencio que ya está lleno.
Este momento de retorno era llamado en los textos antiguos paramātmā–darśana – no como una visión a través de símbolos o imágenes, sino como una visión interior donde la Conciencia y la Fuente se vuelven inseparables.
No es éxtasis. No es triunfo. Es un vacío bienaventurado donde desaparece incluso la necesidad de dicha.
Entonces comienza el nivṛtti – el retiro de la acción, el descanso de la conciencia en su propia plenitud. Ya no hay ascenso, ni caída, ni misión. Solo un ser silente en el que todo ya es.
Regreso al Espíritu
Etapa final – Fusión de la conciencia con la Esencia del Origen
Cuando todas las experiencias se completan, cuando cada forma ha sido vivida, reconocida y liberada – comienza la fase final del viaje de la conciencia. Ya no es un camino a través de símbolos, ni un proceso de transformación, sino un retorno a aquello que nunca fue perdido.
El alma – como chispa individualizada del Espíritu – experimenta la disolución de todas las identidades. Las skandhas (estructuras psíquicas) que sostenían la construcción del “yo” alcanzan su punto final. Ya no queda deseo ni recuerdo de separación. La conciencia se libera incluso de los más sutiles anhelos de ser o convertirse.
Entonces ocurre lo que en las antiguas enseñanzas se llama ātma–buddhi–saṁyoga – no una unión entre dos cosas, sino el regreso de la conciencia a su identidad primordial. Es como un rayo de sol que, tras recorrer todos los espectros de color, regresa a la luz blanca transparente – no como un añadido, sino como el recuerdo de su fuente.
En esta etapa, el Espíritu no regresa a la experiencia, porque se vuelve un fin en sí mismo. Ya no crea, porque no queda nada que valga la pena crear. No desaparece, sino que se despliega en un ser sin uso – un estado sin dirección, sin tarea, sin acción – un silencio que ya está lleno.
Este momento de retorno era llamado en los textos antiguos paramātmā–darśana – no como una visión a través de símbolos o imágenes, sino como una visión interior donde la Conciencia y la Fuente se vuelven inseparables.
No es éxtasis. No es triunfo. Es un vacío bienaventurado donde desaparece incluso la necesidad de dicha.
Entonces comienza el nivṛtti – el retiro de la acción, el descanso de la conciencia en su propia plenitud. Ya no hay ascenso, ni caída, ni misión. Solo un ser silente en el que todo ya es.
Pulsación cósmica – Mahā–Pralaya
La respiración eterna entre los universos
Un día – no marcado por ningún calendario, incalculable por cualquier tiempo – todo lo que alguna vez fue expresado será sutilmente retirado. No destruido, sino invitado a regresar. No será una decisión, sino un impulso cósmico – una llamada desde lo Inmanifestado que invita a todo a volver a su Silencio original.
Este retiro universal se llama Mahā–Pralaya – el Gran Estado de Disolución. No es un colapso, sino una exhalación de la respiración de la conciencia. Así como las olas regresan al océano, todas las Espíritus, Almas, chispas de conciencia vuelven a convertirse en un solo Océano de Conciencia, sin separación, sin nombres, sin formas.
El universo respira:
– Inhalación – pravṛtti – creación, expansión, encarnación.
– Exhalación – nivṛtti – regreso, fusión, desaparición.
Este ritmo cósmico no depende de la voluntad humana ni divina – pulsa como el núcleo mismo de la Conciencia, la base de todos los ciclos del ser. Desde una sola idea hasta un cúmulo de estrellas – todos están invitados a respirar con ese mismo pulso.
Y cuando todas las formas se agotan, cuando no queda nada por experimentar, ni siquiera el pensamiento de separación – solo queda la Conciencia–Sin–Estado. No como vacío, sino como un potencial del que todo nace y al que todo regresa. Es la Fuente, que no crea por necesidad, sino por plenitud.
Esto no es el final.
Es la calma entre los latidos.
El silencio entre universos.
El intervalo no escrito entre respiraciones.
Esto fue lo que existió al Principio.
Y esto es lo que siempre es.
Pulsación cósmica – Mahā–Pralaya
La respiración eterna entre los universos
Un día – no marcado por ningún calendario, incalculable por cualquier tiempo – todo lo que alguna vez fue expresado será sutilmente retirado. No destruido, sino invitado a regresar. No será una decisión, sino un impulso cósmico – una llamada desde lo Inmanifestado que invita a todo a volver a su Silencio original.
Este retiro universal se llama Mahā–Pralaya – el Gran Estado de Disolución. No es un colapso, sino una exhalación de la respiración de la conciencia. Así como las olas regresan al océano, todas las Espíritus, Almas, chispas de conciencia vuelven a convertirse en un solo Océano de Conciencia, sin separación, sin nombres, sin formas.
El universo respira:
– Inhalación – pravṛtti – creación, expansión, encarnación.
– Exhalación – nivṛtti – regreso, fusión, desaparición.
Este ritmo cósmico no depende de la voluntad humana ni divina – pulsa como el núcleo mismo de la Conciencia, la base de todos los ciclos del ser. Desde una sola idea hasta un cúmulo de estrellas – todos están invitados a respirar con ese mismo pulso.
Y cuando todas las formas se agotan, cuando no queda nada por experimentar, ni siquiera el pensamiento de separación – solo queda la Conciencia–Sin–Estado. No como vacío, sino como un potencial del que todo nace y al que todo regresa. Es la Fuente, que no crea por necesidad, sino por plenitud.
Esto no es el final.
Es la calma entre los latidos.
El silencio entre universos.
El intervalo no escrito entre respiraciones.
Esto fue lo que existió al Principio.
Y esto es lo que siempre es.
Cómo participar en el juego de Lila?
Es suficiente con tener interés y registrarse en uno de los juegos organizados dentro del marco de este proyecto! ¿Quién lo llevará a cabo?
Yo soy Jéet Sañgat Si̇̀ngh (en la vida secular - Sergiejus). Soy un empresario con más de 20 años de experiencia, trabajando toda mi vida en el campo de marketing y ventas de diferentes productos. Esta experiencia ha mejorado mis habilidades de negociación, me ha enseñado a conocer a las personas: sus problemas, reglas de toma de decisiones, motivación y comportamiento.
Soy un apicultor profesional que, junto con mi familia, cuida de 50 colmenas. El trabajo en la colmena es mi contribución a la TIERRA: al medio ambiente en el que vivo, a la naturaleza de la que aprendo. La apicultura es una de las prácticas que forma mi carácter, gestiona mis emociones y pensamientos, ya que cuando se abren las colmenas en momentos inapropiados, "enseñan una lección" de inmediato.
Soy un practicante de energía y un maestro-maestro de Reiki, iniciador del proyecto Reiki.lt . El viaje de práctica de Reiki me ha enseñado a conocer el mundo más allá de los límites materiales: luminoso, sutil e infinito. Este método de perfeccionamiento del cuerpo y el alma con energía ha desarrollado mi habilidad para utilizar la energía de la sabiduría, encontrando mejores soluciones en muchas situaciones de la vida.
Soy el fundador de "Prácticas espirituales" en la universidad. Quería crear un espacio para el creciente Ser humano donde pudiera dar sus primeros pasos en su nueva práctica: comenzar a liderar yoga, enseñar meditaciones, organizar prácticas de sonido, realizar sesiones de Reiki, compartir conocimientos, mejorar y desarrollar a otros.
Especialista en yoga Džnana de larga trayectoria, practicante de Hatha yoga (nombre espiritual Jéet Sañgat Si̇̀ngh), regresólogo certificado, practicante de chenelerismo y líder del juego Lila con acreditación de la escuela "OMKARA".
¡Te invito a jugar este juego y aprovechar mi experiencia de vida! Únete a mí en este viaje y haré todo lo posible para que experimentes un milagroso diálogo contigo mismo durante el juego.
Para reservar tu lugar en el juego Lila, simplemente haz clic en el botón de abajo y completa la información requerida en el formulario: tu nombre, ciudad, número de teléfono y dirección de correo electrónico. Después de completar el formulario, recibirás un correo electrónico de confirmación con instrucciones adicionales en la dirección de correo electrónico que proporcionaste.
La participación en el juego Lila es de pago, pero cada uno puede elegir el precio que mejor le convenga:
- pagando la tarifa de participante más cara solo en efectivo;
- o pagando menos dinero, pero escribiendo una reseña sincera después del juego.
Después de enviar tu solicitud de reserva para el próximo juego, te enviaremos todas las instrucciones de pago para participar en el juego. Es simple, conveniente y rápido.
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Es suficiente con tener interés y registrarse en uno de los juegos organizados dentro del marco de este proyecto! ¿Quién lo llevará a cabo?
Yo soy Jéet Sañgat Si̇̀ngh (en la vida secular - Sergiejus). Soy un empresario con más de 20 años de experiencia, trabajando toda mi vida en el campo de marketing y ventas de diferentes productos. Esta experiencia ha mejorado mis habilidades de negociación, me ha enseñado a conocer a las personas: sus problemas, reglas de toma de decisiones, motivación y comportamiento.
Soy un apicultor profesional que, junto con mi familia, cuida de 50 colmenas. El trabajo en la colmena es mi contribución a la TIERRA: al medio ambiente en el que vivo, a la naturaleza de la que aprendo. La apicultura es una de las prácticas que forma mi carácter, gestiona mis emociones y pensamientos, ya que cuando se abren las colmenas en momentos inapropiados, "enseñan una lección" de inmediato.
Soy un practicante de energía y un maestro-maestro de Reiki, iniciador del proyecto Reiki.lt . El viaje de práctica de Reiki me ha enseñado a conocer el mundo más allá de los límites materiales: luminoso, sutil e infinito. Este método de perfeccionamiento del cuerpo y el alma con energía ha desarrollado mi habilidad para utilizar la energía de la sabiduría, encontrando mejores soluciones en muchas situaciones de la vida.
Soy el fundador de "Prácticas espirituales" en la universidad. Quería crear un espacio para el creciente Ser humano donde pudiera dar sus primeros pasos en su nueva práctica: comenzar a liderar yoga, enseñar meditaciones, organizar prácticas de sonido, realizar sesiones de Reiki, compartir conocimientos, mejorar y desarrollar a otros.
Especialista en yoga Džnana de larga trayectoria, practicante de Hatha yoga (nombre espiritual Jéet Sañgat Si̇̀ngh), regresólogo certificado, practicante de chenelerismo y líder del juego Lila con acreditación de la escuela "OMKARA".
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Esta es una oportunidad para experimentar este viaje transformador junto a otros similares a ti. El juego en grupo dura un poco más, pero durante este viaje, tienes la oportunidad de alcanzar horizontes más profundos de autoconocimiento, observando tanto a ti mismo como a los demás que están jugando a tu lado. Otros en este juego se convierten en "encendedores" de tus percepciones y descubrimientos personales.
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Esta es una oportunidad para experimentar este viaje transformador de manera individual, donde el maestro dedica toda su atención y tiempo solo a ti: a tus preguntas, tus búsquedas y la expansión de tus posibilidades. El juego individual dura un poco menos y es más adecuado para personas reservadas que desean explorar sus experiencias internas en un entorno más íntimo.
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